14-De Uyuni a Potosí

Potosí, Bolivia — miércoles, 6 de enero de 2010

A las 10 de la mañana partía nuestro bus hacia Potosí, la ciudad de la plata. Habíamos acordado levantarnos a las 8 para desayunar tranquilos y tomar unas fotos por Uyuni. Me desperté antes de lo previsto y a la hora señalada hice lo mismo con mi compañero de cuarto, quien me advirtió que no eran todavía las 8 de la mañana (entre tanto ir y venir había olvidado que en Bolivia hay una hora de atraso respecto de la Argentina).

Javier se quedó durmiendo un rato más, las chicas del cuarto de enfrente con las que habíamos cenado ya se habían ido, así que bajé a desayunar, pero a esas horas en Uyuni, no había nada abierto. Di unas vueltas por ahí, (ya había conocido casi todo el pueblo días antes mientras buscaba infructuosamente una lavandería), y volví al hotel para dejar la mochila lista.

Un rato después conseguimos desayunar, en uno de los principales bares de la ciudad, donde nos dieron café solo porque aún no había llegado la leche.





Tomamos unas cuántas fotos. Uyuni es un pueblo muy chico, que ha crecido mucho últimamente con la creciente demanda de turistas que van hacia allí a conocer el salar. Y esto se refleja en las recientes construcciones: la avenida principal y su boulevard repleto de esculturas, el paseo peatonal, la plaza con juegos infantiles y jardín botánico incorporado. Todo da el aspecto de recién construido. Y basta ver a los obreros municipales trabajando desde temprano en las calles para confirmarlo.

Ya casi sobre la hora, volvimos a recoger las mochilas y llegamos a la esquina desde donde partía el bus, que esperaba allí hacía un buen rato. Delante nuestro viajaba la parejita porteña de actores con los que compartimos el hospedaje y algunas comidas durante el tour por los desiertos. Ellos hacían este viaje por segunda vez.





Hacía mucho calor y el micro iba repleto. Además de los turistas viajaba mucha gente parada, y otros sentados en el pasillo, incluída una cholita con su bebé que teminó prácticamente recostada sobre la cabeza de Javier. Cerca de la 1 paramos a comer en un puesto. En realidad los únicos que comieron fueron los choferes, la mayoría se limitó a comprar bebidas y algo para entretener el paladar durante lo que quedaba del viaje.

Delante  nuestro, se observaba una tormenta que amenazaba con borrarnos del altiplano. El cielo se volvía negro justo en el horizonte hacia donde nos dirigíamos, y la precariedad de los caminos no parecía ayudar mucho.

Proseguimos el viaje y poco a poco comenzó a lloviznar mientras las nubes negras avanzavan. En un momento nos detuvimos porque una caravana de llamas  se había plantificado en medio de la ruta.

Increíblemente la llovizna cesó, y la tormenta pasó sobre nosotros sin decir ni mu. Como a las 5 de la tarde ya estábamos en Potosí. Fue la primer "gran ciudad" que conocí en Bolivia. Tomamos un taxi con la pareja de actores y después de unas cuántas vueltas buscando hoteles, nos dirigimos hasta el Hostal de la Compañía, muy recomendado por los usuarios de la web. Pero era muy caro para nosotros y además sólo disponían de una habitación matrimonial. La pareja decidió quedarse allí. Javier y yo dejamos nuestras mochilas y salimos a buscar un hostel económico por la ciudad.

El tránsito en Potosí es un caos, las veredas no miden más de 60 cm. y las calles sólo entra un auto por vez. (Cuando paramos en el Hostal de la Compañía y bajamos las mochilas del baúl se había formado detrás una enorme fila de autos tocando bocina).
A unas cinco cuadras de la plaza encontramos un hotel muy básico, pero también muy económico: 20 bolivianos la noche, baño y ducha compartida y sin desayuno. No se podía esperar mucho con ese precio, poco menos de 3 dólares. La sorpresa fue, una vez que reservamos el cuarto, encontrarnos allí, en la habitación contigua a la nuestra, con Lucía, Ceci y Connie, las chicas con quienes habíamos compartido todo el tour y que me acompañaban desde la noche de año nuevo. Habíamos vivdo tantas cosas en 6 días, y conocido tantos lugares, que parecía haber pasado un mes. Ellas habían llegado a Potosí por la noche y acordamos encontrarnos para cenar más tarde.

Taxi de por medio (todas las calles son en subida y nuestras piernas no daban más), fuimos por nuestras mochilas, nos instalamos en el cuarto y ¡a conocer la ciudad! El tour duró poco ya que una lluvia torrencial con granizo y todo nos sorprendió a mitad de camino, y nos obligó a quedarnos bajo un toldo donde casualmente estaban también las chicas que habíamos conocido en Uyuni. Ellas nos recomendaron una agencia donde contratar el tour para el Cerro Rico.



Después de una tormenta de granizo, resulta difícil moverse por Potosí. El agua baja como verdaderos ríos por las calles, hay que andar a los saltos por el empedrado irregular a riesgo de caerse, los autos pasan y te salpican todo, y la gente, que comunmente circula por las calles junto a los autos, se sube toda a las veredas por lo que no queda lugar para caminar. Una experiencia divertida dentro de todo.
La lluvia duró poco, por suerte, así que nos fuimos a cambiar nuestras prendas empapadas y luego a la plaza principal, muy linda por cierto, estaba llena de adornos y luces con motivo de las fiestas. Me llamó la atención la cantidad de Iglesia que se pueden ver en Potosí, y lo bien cuidadas e iluminadas que están.

Las ferias y mercados, son un capítulo aparte. Dan ganas de comprarse todo. Los precios son en verdad muy baratos, principalmente la ropa. Yo me compré unos pañuelos, un shampoo, un reloj, una agenda (que nunca usé) y un par de pilas recargables marca SONY(que jamás anduvieron). Por ese asunto de las pilas no pude sacar todas las fotos que hubiese querido en Potosí. Aunque de todos modos saqué unas cuántas decenas... Caprichos del viajero... Jejej.




Mirá el video de este capítulo:
http://www.vimeo.com/12777404