Dejé la mochila en casa de Bernardo y ya había dejado preparado por la noche el equipaje con el que viajaría, de modo que Bernardo me llevó hasta la “rodoviaria”, y allí compré el pasaje a Ouro Preto, y de paso el de regreso desde Belo Horizonte hasta Río de Janeiro, para no tener que andar a las corridas cuando volviese de las ciudades coloniales.
Desayuné en la misma Terminal un café con unos pasteles fritos de queso mientras aguardaba la salida del micro. El viaje hasta Ouro Preto duró cerca de una hora y media y apenas llegué tomé otro micro rumbo a Mariana, pero me bajé antes, precisamente en la entrada a las Minas de Passagem.
El paseo dura unos 40 minutos, un guía responde a todas las preguntas y brinda las informaciones básicas del lugar. La mina se encuentra totalmente limpia e iluminada y los túneles son muy amplios, totalmente diferente a las minas que había conocido en Potosí, en el Cerro Rico, donde los pasillos era sumamente estrechos, y abundaba el polvo y el agua estancada, debido a que los mineros aun continúan trabajando allí. La Mina de Passagem, por el contrario, está desactivada desde y sólo abierta para el turismo, siendo en la actualidad la mayor mina de oro abierta para la visita del público. Tiene nada menos que 315 metros de extensión y 120 de profundidad. En su interior hayan lago natural en el que es posible bañarse si uno lo desea. De esta mina se extrajeron 35 toneladas de oro entre 1819 y 1985 sin contar el oro que fue comercializado a través del contrabando.
Cuando regresé a la superficie, me llevé de recuerdo unas piedras que los trabajadores ofrecían por un real y compré un cenicero en el puesto artesanal del lugar donde hay una importante variedad de objetos tallados en piedra de una belleza significativa. Además, si uno anda con hambre (y dinero), también hay un restaurante pegado a la entrada donde se puede almorzar. La comida minera, por supuesto, es la especialidad del lugar.
Luego de mi visita a las minas, volví a la parada de colectivos donde seguí camino hacia la ciudad de Mariana. El colectivo me dejó en la plaza de la ciudad, frente a la estación del Tren del Valle. Este ferrocarril que originalmente fue utilizado para transportar todo el material extraído de las minas, es hoy un tren turístico que une las ciudades de Minas Gerais a través de un hermoso valle, el precio, claro, excede los dos reales que uno paga si viaja en colectivo, como era mi caso.
La estación del Trem do Vale, es un punto interesante para visitar. Posee en su interior un museo interactivo y un centro cultural donde se dictan talleres de música y otras disciplinas artísticas. Con sólo pasar el dedo por unos monitores uno puede aprender todo sobre la historia del Trem do Vale, sobre Mariana y el estado de Minas Gerais. Pero sin duda, el atractivo más singular lo constituye la Plaza Musical: una pequeña plaza dentro de la estación donde además de los tradicionales toboganes y pasamanos para entretenimiento de los niños, hay una serie de juegos relacionados con el sonido, están realizados con material ferroviario y todos son instrumentos musicales que permiten a los niños (y también a los grandes) investigar y jugar con el sonido de diferentes instrumentos de percusión.
Mariana fue la primera capital del Estado de Minas Gerais y una de las principales ciudades productoras de oro para la corona portuguesa. Es una ciudad pintoresca por donde se la mire, y su principal atractivo son las iglesias y edificios de estilo barroco. Las iglesias de Sao Francisco de Assís y Nossa Senhora do Carmo, frente a la Plaza Minas Gerais. En la mayoría de estas iglesias hay que abonar una entrada de dos o tres reales para ingresar. Conocí la de San Francisco de Asís de una manera un tanto extraña: mientras un matrimonio de argentinos me tomaba unas fotos, comenzó a lloviznar.
Me senté en la puerta de la iglesia, que estaba cerrada y un joven de raza negra se acercó y comenzó a contarme la historia de aquellas iglesias, a la vez que ofrecía, a buen precio, una visita guiada a los sitios de interés de Mariana. Claro que ya era tarde para aquello y yo tenía que regresar a Ouro Preto. La tormenta nos sorprendió charlando y el muchacho corrió antes que yo, que por proteger la cámara de la lluvia me mojé terriblemente. Frente al lateral de la iglesia había un gimnasio, y el instructor y dueño del lugar me permitió ingresar y allí permanecí conversando con él hasta que paró la lluvia y el muchacho negro volvió para tratar de convencerme de que contratase sus servicios como guía.
La iglesia seguía cerrada pero él dijo que trabajaba por su cuenta desde hacía tiempo en la zona y que podía hablar con el sereno para que la abriera especialmente para mi. Y así lo hizo. Ingresamos por una puerta lateral, y estuvimos media hora dentro de una de las iglesias más famosas de Minas Gerais, la misma que en 2009 fue catalogada como una de las siete maravillas del mundo de origen portugués. Lo único que lamenté fue no poder apreciarla en todo su esplendor ya que las luces permanecieron apagadas durante nuestra visita y sólo contábamos con la luz del día, el sereno comenzó a encender algunas cuando ya nos estamos yendo. La Iglesia de San Francisco de Asís guarda en su interior obras de arte de incalculable valor histórico (ver video).
Luego de pagar 5 reales a mi guía (me pareció un valor humilde pero considerado, ya que visité la Iglesia en penumbras y el tour completo por el pueblo, las iglesias y otros lugares costaba 12 reales), regresé a tomar el colectivo hacia Ouro Preto. La lluvia había parado, aunque mi pantalón y mis pies estabas empapados. Un enorme arco iris me despedía de Mariana y el sol se fue escondiendo para que la noche me deparara todavía más aventuras…
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